Basamentos, Planices y Plataformas

 La historia de la humanidad está marcada por el desarrollo de civilizaciones que, a pesar de encontrarse en continentes opuestos y sin contacto directo, han logrado expresar ideas similares a través de su arquitectura. Dos ejemplos emblemáticos de este fenómeno son Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca, y la Ciudad Prohibida de Pekín, símbolo del poder imperial chino. Ambas ciudades, construidas en contextos muy diferentes, comparten notables similitudes en la planificación urbana, la utilización de plataformas y la representación del estatus y el poder.

En Tenochtitlán, las plataformas eran elementos centrales de su arquitectura. Estas estructuras elevadas, construidas con grandes bloques de piedra y tierra, no sólo definían límites claros entre el interior y el exterior, sino que también simbolizaban la conexión entre la tierra y el cielo. Utilizaban los planicies para tratar de mimicar la forma que se crea naturalmente en las montañas y tratan de utilizar la altura para acercarse a los cielos. Las plataformas permitían a los aztecas construir templos, como el Templo Mayor, que eran los epicentros de la vida religiosa y ceremonial de la ciudad. Estas elevaciones ofrecían un sentido de trascendencia, y los templos construidos sobre ellas se consideraban puntos de acceso al mundo divino.El uso de plataformas también tenía una función práctica. Elevaban las estructuras sobre el nivel del agua en un entorno lacustre, protegiendo los edificios de inundaciones y mejorando la visibilidad desde diferentes puntos de la ciudad. Además, las plataformas eran fundamentales para la realización de rituales, que incluían sacrificios humanos, festivales y ceremonias de culto, que eran esenciales para mantener el equilibrio cósmico según la cosmovisión azteca. Estos espacios también servían como lugares de enterramiento para líderes y guerreros, reforzando su estatus incluso en la muerte.

Por su parte, la Ciudad Prohibida en Pekín presenta una organización igualmente imponente y estratégica en el uso de plataformas y basamentos. En su núcleo, se encuentra una vasta plaza rodeada por los edificios que albergaban al emperador y su corte. Al igual que en Tenochtitlán, las plataformas en la Ciudad Prohibida no solo organizan el espacio, sino que también subrayan el estatus divino del emperador. Los edificios, construidos sobre basamentos elevados, se disponen de tal manera que el emperador siempre se encuentra en un lugar superior en relación con su corte y el pueblo. Los basamentos en la Ciudad Prohibida estaban diseñados para soportar el peso de grandes estructuras y también tenían una función simbólica. Al elevar los edificios, se enfatiza la majestuosidad del emperador y su conexión con el cielo. Cada palacio y sala de audiencia estaba meticulosamente dispuesto para seguir un orden jerárquico, reflejando la estructura social de la China imperial. Además, el uso de plataformas permitía la creación de jardines y espacios de reflexión que eran cruciales para la vida espiritual de la corte.

En conclusión, a pesar de las diferencias en el acceso a materiales y las particularidades culturales, las civilizaciones de Tenochtitlán y Pekín lograron desarrollar arquitecturas que reflejan aspiraciones comunes de poder y conexión con lo sagrado. Este fenómeno de convergencia cultural resalta la capacidad humana para encontrar soluciones similares a problemas universales, reafirmando que, a través de la arquitectura, las sociedades han buscado expresar su identidad y su estatus en el mundo.



 

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